CHRIS SQUIRE, EL GUARDIÁN DEL FUEGO

THERE´S A THUNDERING TOUCH OF MONUMENTAL PAGAN GRANDEUR IN THE FIRST SOLO ALBUM OF CHRIS SQUIRE

Vaya por delante el hecho de que durante muchos años, en los setenta, Chris Squire, el bajista de Yes, fue considerado el mejor bajista del mundo. Así consta en los rankings que elaboraba el prestigioso tabloide inglés Melody Maker anualmente. Afirmar que un músico es el mejor en su categoría puede sonar un tanto frívolo o exagerado. En la historia del rock los buenos guitarras bajas son muchos –recordemos a Jack bruce, John Entwhistle, Roger Waters y tantos otros–, pero lo cierto es que pocos ofrecen un sonido tan enérgico y dinámico, tan frágil y sutil, como el que Squire arranca a su inseparable bajo Rickenbaker. Dicho de forma clara: Chris es excepcional. Recuerdo que en el tour program de la gira de "Close to the Edge" se definía perfectamente su forma de tocar: "Tremendamente influenciado por las grandiosas y antiguas melodías que cantó en el coro durante su niñez, existe un atronador matiz de grandeza pagana en su arte". Es cierto. La música de Yes es monumental en buena parte gracias a Squire; capaz de mantener ritmos endiablados, tejer graves e imbricadas sinfonías, o llenar silencios con una sola nota, catártica y magistral. Cuando el grupo se tomó un descanso en 1975, tras la edición y gira de "Relayer", todos los miembros aprovecharon para grabar un álbum en solitario. El de Squire se llamó "Fish Out of Water", debido a su signo zodiacal, y a su apodo, que es precisamente "El Pez". Cuentan que se pasaba la mitad del tiempo en la bañera del apartamento que el grupo compartía en Fulham en los primeros tiempos; dice Bill Bruford que se lo pusieron porque inundó una habitación de hotel en Oslo. Sea como sea, su clásico y demoledor solo de bajo en los shows de Yes se conoce desde los días de "Fragile" como "The Fish". Y así decidió él bautizar a su maravilloso e incomparable primer disco como solista. Una joya en technicolor, bellísima; cinco temas de fascinante arreglo, épico y desmesurado, que fluctuan entre el exceso y la calma. Arropado por gigantes de la talla de Bill Bruford, batería, Mel Collins, saxos, Patrick Moraz, teclados, Jimmy Hastings, flauta, y toda una orquesta dirigida por Andrew Price Jackman, el álbum de Chris Squire no es únicamente una de las obras básicas del rock progresivo; es también una notable joya de la música clásica contemporánea. Indiscutible.





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